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Lecturas de la negritud: breve descripción iconológica de dos representaciones

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Lecturas de la negritud: breve descripción iconológica de dos representaciones

RAE. Negritud. Del fr. negritude. 1. f. negrura. 2. f. conjunto de características sociales y culturales atribuidas a la “raza” negra. Lo…
RAE. Negritud. Del fr. negritude. 1. f. negrura. 2. f. conjunto de características sociales y culturales atribuidas a la…

RAE. Negritud.
Del fr. negritude.
1. f. negrura.
2. f. conjunto de características sociales y culturales atribuidas a la “raza” negra.

Lo hispano es una construcción, igual que lo negro. Lo negro es una construcción, y el racismo una postura perversa que, desde las raíces del pasado colonial y de la esclavitud (una de las mayores violencias que el ser humano ha ejercido nunca sobre sí mismo), se alza para sustantivizar las diferencias de nichos que, derivadas de esos momentos de violencia inicial, aún perviven. En este ejercicio de “lecturas de la negritud”, voy a comentar la representación de dos mujeres negras para argumentar, a partir del libro de Stuart Hall (2010) Sin garantías, y en concreto desde el capítulo La cuestión de la identidad cultural que he resumido aquí y desde el método de interpretación iconológica de Panofsky lo que acabo de afirmar: que la negritud es una construcción.

La interpretación iconológica tiene como finalidad descubrir la significación esencial o intrínseca. Desde el punto de vista de sus subjetividades, moviéndonos en el marco de lo que Hall llama Las viejas identidades (clase, género, nacionalidad, etnicidad y raza), ambas tienen una trayectoria personal que las ha llevado a una situación económica acomodada; ambas son mujeres, y este hecho las condiciona de forma muy distinta en ambos casos; ambas están insertas en las culturas de las que forman parte y brillan en ellas como dos profesionales extraordinarias; y ambas, se encuentran desarraigadas respecto al pasado más o menos remoto de sus ancestros, porque son descendientes de esclavos. Es en la construcción de su etnicidad a partir de este hecho en lo que existe más diferencia entre ellas.

Pero la diferencia fundamental es su tiempo. Dido es un sujeto de la ilustración y Beyoncé un sujeto posmoderno. Dido se presenta ricamente ataviada, es una persona de clase alta, su atuendo es femenino y las convenciones de su representación son acordes con las corrientes retratísticas inglesas de su tiempo. Está con quien tiene que estar, su prima y compañera, y su gesto es plenamente prosocial. Beyoncé, por el contrario, utiliza un atavío ambiguo, que la alinea con un grupo con el que tiene una relación performativa y ocasional; su atuendo se sitúa en los cruces entre diferentes problemáticas; su gesto es retador, y se asocia a otras mujeres con las que tiene esta relación ocasional. La identidad de Dido es clara y distinta. La de Beyoncé, inquietante y plagada de mezclas e intersecciones.

Dido, en la segunda mitad del siglo XVIII, es coetanea del final de la esclavitud en Inglaterra, que se produce en 1807;  Beyoncé, contemporánea nuestra, presenta el espectáculo “Formation”, que hace referencias directas a la situación de los negros en EEUU, con una coreografía alusiva al activismo negro de los años sesenta  y a Malcolm X después de un año de tensiones raciales. Desde el punto de vista objetivo, del papel que están jugando en el contexto en el que se presentan, Dido representa nada menos que la restitución de la libertad, y colabora como secretaria en una familia muy bien posicionada; Beyoncé es una artista plenamente integrada y triunfante en el contexto del siglo XXI. La finalidad del encargo al artista David Martin, en el caso del óleo de Dido, sea probablemente hacer ostentación del lujo familiar e integrar a Dido en este entorno, y lo hace agregando detalles racializadores; por el contrario, el fotógrafo de Beyoncé está recogiendo el testimonio de un espectáculo en el que la que habla es la propia Beyoncé. Y habla retando a América, posicionándose en los lugares de contestación. Por último, sabemos por otras fuentes que Dido se identifica con la cultura nacional inglesa, representada por su tío, igual que Beyoncé con la americana. Pero en esta última se dan ambigüedades y contradicciones propias, subrayadmos una vez más, de la fragmentación del sujeto posmoderno que la está constituyendo.

De este análisis concluimos que, sosteniendo cada una de estas obras, hay una noción previa de la negritud; que la diferencia entre ambas radica en la construcción social de la negritud como identidad cultural en cada uno de esos dos momentos históricos; que esa construcción actúa en el sentido global y en los más pequeños detalles; que la negritud, por tanto, no tiene sustantividad alguna; y, por último, que la intersección de la racialización y la feminidad hacen de Dido un sujeto extremadamente pasivo y complaciente, que así se nos presenta, mientras Beyoncé es activa, asertiva, ambiciosa, contestataria y miembro activo en grado sumo en su entorno social. La negritud no existe, como no existen las convenciones asociadas al género, y el racismo que sustantiviza la negritud, o cualquier otra circunstancia, es una de las peores lacras de la humanidad.

Comparativa entre la presentación de la negritud en Dido y en Beyoncé

Beyoncé aparece en una foto
Dido en un óleo

Beyoncé aparece captada con su cuerpo entero, afirmándose totalmente a sí misma
Dido aparece convencionalmente retratada, la mitad inferior de su cuerpo no aparece

Beyoncé tiene una ropa negra que deja al descubierto la mayor parte de su cuerpo, y adornos masculinos
Dido tiene una ropa blanca, y adornos femeninos

Beyoncé tiene en la mano un micrófono que la potencia en su subjetividad, la agranda y le da voz
Dido tiene en la mano una cesta de frutas exóticas que la potencia como objeto exótico, la presenta como un ofrecimiento

Beyoncé es activa, nos habla: se expresa desde la posición identitaria negra, utiliza la simbología de uno de los grupos que luchan desde esta posición.
Dido es pasiva, objeto de simbología asociada a lo negro: las frutas exóticas, lo que sugiere ser deseado…

Beyoncé tiene una expresión retadora, limítrofe con lo agresivo
Dido tiene una expresión dulce, conciliadora.

Beyoncé aparece acompañada de otras personas que comparten su posición identitaria en la negritud.
Dido aparece acompañada de su “otro” en cuanto a negritud (de una persona blanca), de alguien que comparte desde un lugar real y no identitario

Beyoncé tiene una presencia en un medio social, es espectáculo, se expone en un escenario.
Dido despliega una presencia en la naturaleza, es retratada, es expuesta en un cuadro.

Beyoncé renuncia al color de su pelo
Dido mantiene el color de su pelo

Las dos son descendientes de personas negras y de personas blancas.
Las dos son muy notables en sus respectivos ámbitos.
Las dos están en un medio ambiente de riqueza
Las dos son hermosísimas
Las dos están muy cualificadas
Las dos son negras

La creencia en las razas como aspectos naturales de la biología humana es uno de los elementos más dañinos en la experiencia humana, tanto en la actualidad como en el pasado, American Asociation of Phisical Anthropologists

Claro que hay diversidad genética en la especie humana [algunas variaciones se ven a simple vista, como el color de la piel; otras, como la propensión a la anemia falciforme, no se ven]. Se ha producido, como en los demás animales, a causa de mutaciones al azar y por efecto de la selección natural sobre la frecuencia de las variantes genéticas en cada población, del flujo génico provocado por migraciones y cruzamientos entre individuos de diferentes poblaciones y de la deriva genética [La variabilidad genética dentro de un mismo grupo es mayor que entre grupos]. Pero no hay conjuntos homogéneos de variantes que permitan definir grandes grupos humanos a los que podamos denominar razas. 
Juan Ignacio Pérez Iglesias, catedrático de Fisiología, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.

Persona que me lees si has llegado aquí;  tú, de cultura hispana, ¿crees que eres “de raza hispana”?


Hispanic identity is a construct, just like Black identity. Blackness is also a construct, and racism is a perverse stance that, stemming from the roots of colonialism and slavery (one of the greatest violence humans have ever inflicted upon themselves), emerges to substantiate the differences in niches that persist due to the initial moments of violence. In this exploration of ‘readings of Blackness,’ I will discuss the representation of two Black women to argue, drawing from Stuart Hall’s book ‘Without Guarantees’ (2010), specifically the chapter on ‘The Question of Cultural Identity’ that I’ve summarized here, and using Panofsky’s method of iconological interpretation. My assertion is that Blackness is a construction.

Iconological interpretation aims to uncover essential or intrinsic meaning. From the perspective of their subjectivities, within the framework that Hall refers to as ‘Old Identities’ (class, gender, nationality, ethnicity, and race), both women have personal trajectories that led them to comfortable economic positions. They are both women, but this fact conditions them differently in each case. They are embedded in the cultures they belong to and shine as extraordinary professionals. Yet, both are also uprooted from the more or less distant past of their ancestors because they are descendants of slaves. It is in the construction of their ethnicity based on this fact that the most significant difference lies.

However, the fundamental difference is their time. Dido belongs to the Enlightenment era, while Beyoncé represents the postmodern subject. Dido is richly attired, a high-class individual, dressed femininely, and her representation aligns with English portrait conventions of her time. She is with her cousin and companion, and her gesture is entirely prosocial. In contrast, Beyoncé wears an ambiguous attire that aligns her with a group she has a performative and occasional relationship with. Her clothing straddles different problematics, and her gesture is challenging, associated with other women in similar relationships. Dido’s identity is clear and distinct, while Beyoncé’s is unsettling and filled with intersections.

Dido, in the second half of the 18th century, is a contemporary of the end of slavery in England (which occurred in 1807). Beyoncé, our contemporary, presents the ‘Formation’ spectacle, directly referencing the situation of Black people in the US. Her choreography alludes to Black activism of the 1960s and Malcolm X after a year of racial tensions. Objectively, in the context they inhabit, Dido symbolizes nothing less than the restoration of freedom. She works as a secretary in a well-positioned family. Beyoncé, on the other hand, is a fully integrated and triumphant artist in the 21st-century context. The purpose behind David Martin’s commission for Dido’s oil painting was likely to showcase familial opulence and integrate her into that environment, adding racializing details. In contrast, the photographer capturing Beyoncé’s performance is documenting her own voice. She challenges America, positioning herself in spaces of contestation. Finally, we know from other sources that Dido identifies with English national culture, represented by her uncle, just as Beyoncé identifies with American culture. However, in Beyoncé’s case, there are ambiguities and contradictions inherent to the fragmentation of the postmodern subject.

From this analysis, we conclude that, holding each of these works, there is a preconceived notion of Blackness; that the difference between them lies in the social construction of Blackness as cultural identity in each of these two historical moments; that this construction operates both globally and in the smallest details; that Blackness, therefore, lacks any substantiality; and, finally, that the intersection of racialization and femininity renders Dido an extremely passive and compliant subject, as presented, while Beyoncé is active, assertive, ambitious, defiant, and an exceptionally engaged member of her social environment. Blackness does not exist, just as the conventions associated with gender do not exist, and the racism that substantiates Blackness, or any other circumstance, is one of humanity’s worst scourges.

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Iconological interpretation of Flag, by Jasper Johns

Iconological interpretation of Flag, by Jasper Johns
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Iconological interpretation of Flag, by Jasper Johns

Bischofberger U (2024) Map of pop cultural history. (Hybrid of concept and plastic representation.) After studying this subject, and with the help…
Bischofberger U (2024) Map of pop cultural history. (Hybrid of concept and plastic representation.) After studying this subject, and…

Bischofberger U (2024) Map of pop cultural history. (Hybrid of concept and plastic representation.)

After studying this subject, and with the help of my notes on the Cultural History of Pop, I make the iconological interpretation of the work as follows:

Flag (1954), by Jasper Johns, is, at first glance, a work of art that contributes nothing. It simply looks like a reproduction of the American flag. However, he is a representative of pop culture before his explosive arrival occurs, mainly in the figure of Andy Warhol. And not only this: it is, above all, representative of the advent of a new era, our Post-Digital Era, in which the artistic reference stops being the real world and gives way to the symbolic world.

How does the world of the second half of the 20th century think of itself? After the terrible world wars, an Anglophone, assertive and bombastic capitalism triumphs, using new technologies to create a consumer society based on mass media. These build a symbolic world that, in an unprecedented way and in a new cultural context, postmodernity, turns the new middle classes, who feel triumphant, and their objects, tirelessly reproduced by the media, into protagonists. This is the framework in which Flag appears, as a prefiguration of pop culture.

And it embodies it, in every sense. Nothing more self-referential than the flag of the United States, the nation in which this culture that it echoes grows. No appropriation is as joyful, insolent and challenging as the appropriation of one’s own flag. The expansiveness, hegemony and totalitarianism of his art correspond to the expansiveness, hegemony and totalitarianism of that flag that represents the expansive and hegemonic country par excellence. The object of interest has ceased to be the world itself, Johns tells us, and has become its representation. The procedure he followed for its creation is the one that Andy Warhol would later use ad nauseam: the selection of an initial image that has a prior significance to transform it into an icon, a procedure that is still alive, for example, in the work of Jeff  Koons.

Jasper Johns designed this work, which, more than anything, is a concept; It hit home in the gesture of creating it, and nothing more. All of us who have followed him, including Warhol, are indebted to him. Pop culture is still alive: it is now indistinguishable from everything else, and tinged with melancholy, skepticism, and helplessness, having lost that colorful, refreshing and fun character that colored it in its origins. It remains alive because the world that generated this culture is also still alive, and installed among us as an unquestionable reality. Its changes are like a slow stretching, and reflect, at the same time, fatigue and the impossibility of truly removing it.
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Bischofberger U (2024) Mapa de la historia cultural del pop. (Híbrido de concepto y representación plástica.)
Flag (1954), de Jasper Johns, es, a primera vista, una obra de arte que no aporta nada. Parece, sencillamente, una reproducción de la bandera americana. Sin embargo,  es representativa de la cultura pop antes de que se produzca su explosiva llegada fundamentalmente en la figura de Andy Warhol. Y no solo esto: es, sobre todo, representativa del advenimiento de una nueva era, nuestra Era Postdigital, en la que el referente artístico deja de ser el mundo real para dar paso al mundo simbólico.

¿Cómo se piensa a sí mismo el mundo de la segunda mitad del siglo XX? Después de las terribles guerras mundiales, triunfa un capitalismo anglófono, asertivo y grandilocuente que se sirve de las nuevas tecnologías para crear una sociedad de consumo basada en los medios de comunicación de masas. Estos construyen un mundo simbólico que, de un modo sin precedentes y en un contexto cultural nuevo, la posmodernidad, convierte en protagonistas a las nuevas clases medias, que se sienten triunfadoras, y a sus objetos, reproducidos incansablemente por los medios. Este es el marco en el que aparece Flag, como prefiguración de la cultura pop.

Y la encarna, en todos los sentidos. Nada más autorreferencial que la bandera de los Estados Unidos, la nación en la que crece esta cultura de la que se hace eco. Ninguna apropiación tan alegre, insolente y retadora como la apropiación de la propia bandera. La expansividad, hegemonía y totalitarismo de su arte se corresponde con la expansividad, hegemonía y totalitarismo americanizador de esa bandera que representa al país expansivo y hegemónico por excelencia. El objeto de interés ha dejado de ser el propio mundo, nos dice Johns, y ha pasado a ser su representación.  El procedimiento que ha seguido para su creación es el que, después, utilizaría Andy Warhol hasta la saciedad: la selección de una imagen inicial que tiene una significación previa para transformarla en icono, procedimiento que sigue vivo, por ejemplo, en la obra de Jeff Koons.

Jasper Johns diseñó esta obra, que, más que nada, es un concepto; hizo diana en el gesto de crearla, y nada más. Todos los que le hemos seguido, incluido Warhol, estamos en deuda con él.  La cultura pop sigue viva: paro ahora indiscernible de todo lo demás, y teñida de melancolía, de escepticismo, de impotencia, habiendo perdido aquel carácter colorido, refrescante y divertivo que la caracterizaba en sus orígenes. Sigue viva porque el mundo que generó esta cultura sigue vivo también, e instalado entre nosotros como realidad incuestionable. Sus cambios son como un lento desperezarse, y reflejan, a la vez, el hartazgo y la imposibilidad de removerlo de verdad.

Esta ha sido la interpretación que he hecho después de estudiar esta asignatura, con la ayuda de Panofsky, David Moriente y mis apuntes sobre la Historia cultural del pop  (cuyo híbrido plástico-conceptual represento arriba) y habiendo tenido muchas enfermedades como consecuencia de todo lo que me he esforzado por entender y todas las horas buscando relaciones, estructurando, resumiendo y tratando de aclararnos, mis ojos y yo,  en medio de mi anómica posmodernidad tardía.

Debat0el Iconological interpretation of Flag, by Jasper Johns

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David Martin (1779) The Lady Elizabeth Murray: comentario según los niveles de significación de Panofsky

David Martin (1779) The Lady Elizabeth Murray: comentario según los niveles de significación de Panofsky
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David Martin (1779) The Lady Elizabeth Murray: comentario según los niveles de significación de Panofsky

Para aproximarnos a esta obra, cuya ficha técnica adjuntamos (Fig. 2), obra que se encuentra en el Palacio de Scone en Gales…
Para aproximarnos a esta obra, cuya ficha técnica adjuntamos (Fig. 2), obra que se encuentra en el Palacio de…

Para aproximarnos a esta obra, cuya ficha técnica adjuntamos (Fig. 2), obra que se encuentra en el Palacio de Scone en Gales (portada), realizamos, en primer lugar, la descripción preiconográfica. Describimos, como asunto primario1, las significaciones naturales que aparecen en el cuadro. El motivo2 son dos mujeres, a las que el tamaño y el color de fondo dan la misma importancia (tienen el mismo tamaño y destacan igualmente sobre el fondo), una ligeramente por delante de la otra, la primera erguida y la segunda desplazándose e inclinada. Difieren en que la primera lleva un libro en la mano, y la segunda frutas3; y en que la primera lleva un tocado de rosas mientras que la segunda lleva un turbante y una pluma4.

Predominan el rosa y blanco en la primera, y el verde y marrón en la segunda, lo que va acorde con su piel, porque la primera es blanca y la segunda negra. Respecto a la significación expresiva5, ambas se presentan con una sonrisa muy amable, y la relación entre ellas es igualmente muy amable: la primera tiende un brazo a la segunda, y este brazo tendido equilibra la composición6, al unir la desigual orientación de ambas (una, vertical; otra, inclinada). La composición (Fig. 4) está formada por dos triángulos contiguos, y los volúmenes está equilibrados entre sí.

Se está representando, por tanto, un universo primario elemental y positivo, de complacencia mutua y con todos.

Seguimos, ahora, con el análisis iconográfico. Penetrando en la identidad de las personas del cuadro, nos aproximamos al asunto secundario o convencional del que trata la pintura, pintura cuya ejecución es brillante. Las mujeres que aparecen en el cuadro, tan afables mutuamente, son dos primas, llamadas Lady Elizabeth Murray y Dido Elisabeth Belle.7 La pintura es de 17798, por lo tanto la segunda de ellas, nacida en 1761, tendría unos dieciocho años al ser retratada9, y su prima también estaría sobre esa edad. Según las fuentes históricas de que disponemos, ambas vivían con su abuelo, William Murray, y recibían un trato similar10, pese a que Dido era esclava por ser nieta, también, de una esclava. Ahora bien: el trato no era totalmente igualitario11, y la identidad que atribuye el pintor tiene relación con su etnocentrismo, sus idea sobre la raza12 que se traducen en las imágenes13 que analizamos a continuación: por una parte, el tocado, (Fig. 5). Dido usa turbante14, lo que la significa como africana, mientras su prima Elisabeth tiene un tocado de pequeñas rosas que la sitúa en la cultura inglesa. Por otra, los objetos que llevan, un libro y unas frutas (Fig. 6). El libro sugiere actividad intelectual por parte de quien lo lleva. Las frutas15 hacen referencia a lo exótico. Todas las diferencias apuntan al racismo de quien decide utilizar estos símbolos, usando características físicas como marcas simbólicas para diferenciar grupos (Hall, 2010). Esto pesa, y a pesar de otros elementos igualitarios, se ha hecho una interpretación étnica de Dido, situándola en un lugar inferior, ignorando que, como dicen claramente las fuentes, está aculturada totalmente en la cultura inglesa: a través de todos los símbolos, se ha insertado una diferencia colonial que intenta reducirla a elemento exótico, que la convierte en “otro”.

Una vez hecho el análisis iconográfico, podemos abordar la interpretación iconológica. No hay bastantes datos sobre esta obra, por lo que nos vamos a mover en el terreno de las hipótesis. La finalidad de esta pintura puede haber sido, a escala nación, hacer ostentación de riqueza en una Gran Bretaña recientemente creada16, dada la posición muy preeminente del conde Murray, y a escala local, contribuir a la legitimación de Dido como miembro del grupo de William Murray (miembro igualitaria y, a la vez, como “otro”) en un entorno cuyo clima hacia la esclavitud estaba muy revuelto17 hasta el punto de que en unos años se prohibiría definitivamente. Su belleza, se produce porque es en este siglo cuando surge la Escuela Inglesa de Pintura18, en la que algunos pintores destacan en el retrato. No creemos que la obra haya sido activamente antiesclavista (es muy distinta la factura de obras que sí lo son19), más bien parece una obra doméstica que se posiciona frente a la desigualdad pero conserva los símbolos racistas que mencionamos previamente. Por último, respecto al papel que pudo jugar Dido en los posicionamientos ideológicos de su abuelo, cualquier afirmación a este respecto es una hipótesis, e imposible averiguar si son primero los posicionamientos y segundo la buena relación o al revés.

El retrato de las dos primas hace ver cómo transcurre la vida de forma amable y casi igualitaria en el palacio de un noble galés a finales de un siglo XVIII sujeto a muchos cambios. Es un testimonio excepcionalmente positivo de armonía y buen hacer, y su merecidísima fama debería llevar al gobierno a adquirirlo y exponerlo en un lugar más visible. Porque nos dice que obrar bien es posible, y que trae felicidad.

1Cuando hacemos la descripción preiconográfica, hablamos de asunto primario. Seguimos, en todo momento, a PANOFSKY, Erwin (2008). “Iconografia i iconologia” [1955], El significat en les arts visuals. Madrid: Aliança

2Panofsky describe motivo como forma pura portadora de significaciones primarias o naturales.

3Describimos el universo de objetos.

4A veces, la experiencia práctica personal no es suficiente, dice Panofsky, para entender lo que se ve. En este caso, para saber el tipo de turbante y de frutas que se representan.

5Las significaciones primarias o naturales, pueden ser significación fáctica (identifica relaciones mutuas como acontecimientos) o significación expresiva (identifica cualidades expresivas).

6Las composiciones son combinaciones de motivos.

7https://www.thoughtco.com/dido-elizabeth-belle-biography-2834910

Dido Elizabeth Belle (1761 – 1804) nació en las Indias Occidentales Británicas. Su padre, Sir John Lindsay, era un noble británico y capitán de la marina, y su madre, una mujer africana esclavizada. A los seis años fue enviada a Inglaterra, a vivir con su tío abuelo William Murray, conde de Mansfield. No tenía hijos y ya estaba criando a otra sobrina nieta, Lady Elizabeth Murray, cuya madre había muerto.

Dido creció en Kenwood, una propiedad real en las afueras de Londres, donde recibió una educación real. Incluso sirvió como secretaria legal del conde, ayudándolo con su correspondencia.

8En el siglo XVIII, justo se ha producido la unificación de Inglaterra y Gales, y se está produciendo, velozmente, la revolución industrial.

9Señala Panofsky que en este momento del análisis aparecen los temas, que son introducidos a través de motivos (en nuestro caso, el tema del racismo). Y también se fijan fechas, lugares de procedencia… como nos ocurre con la edad de Dido.

10La familia compraba a ambas los mismos artículos de lujo. Dido tenía una educación refinada, por ejemplo en cuanto a memoria y declamación de poesía, y destacaba su inteligencia. Tenía una estrecha relación con el conde de Mansfield.

11Se la discriminaba en un aspecto: no se le permitía participar en cenas formales con amigos de la familia, y solo se autorizaba a que se incorporara al grupo después de la cena.

12Como afirma Stuart Hall, raza no tiene validez científica, no es categoría biológica sino discursiva y organizadora de discursos que usan características físicas como marcas simbólicas para diferenciar grupos. S. Hall. Etnicidad: identidad y diferencia. En: Suart Hall. Sin garantías. Trayectorias y problemáticas en estudios culturales. Envión Editores, 2010 (Peru).

13Imágenes, según Panofsky, son motivos portadores de significación secundaria. Aquí vemos, con claridad, estas significaciones secundarias, que hay que tener en cuenta.

14 https://es.wikipedia.org/wiki/Turbante

En la época de la esclavitud, los turbantes se usaban para esconder semillas y monedas para la supervivencia. Históricamente las mujeres llevaban palanganas en las que transportaban comida y agua y usaban los turbantes para aligerar la carga sobre sus cabezas. Además de estos rituales, el turbante se ha convertido en el símbolo de la mujer africana, representando belleza, protección, sabiduría, respeto, orgullo e identidad.

15 Las frutas (granadas, uvas y peras, ninguna de las cuales es cultivada en la zona de Gales) suponen un atractivo de los sentidos y señal de abundancia,, en primer lugar; un recuerdo a la agricultura y a la fertilidad; cierta referencia a lo exótico, ya que, como decimos, son frutas que hay que traer de fuera (salvo la pera) y, por tanto, son extrañas y seductoras, como quien las lleva.

16El Reino de Gran Bretaña se creó el 1 de mayo de 1707, como resultado de la unión política del Reino de Inglaterra (que incluye al país de Gales) y del Reino de Escocia según el Tratado de la Unión.

17 https://historia.nationalgeographic.com.es/a/abolicion-trata-esclavos-por-inglaterra_19634 En la década de 1780, una campaña de discursos, panfletos y boicots concienció a los ingleses de la injusticia del tráfico con seres humanos, que fue finalmente prohibido en 1807

18https://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_inglesa_de_pintura Es en el siglo XVIII cuando se inicia una verdadera escuela nacional de pintura con maestros de envergadura, como William Hogarth, Thomas Gainsborough, Joshua Reynolds y Thomas Lawrence. Sir Joshua Reynolds era considerado como la máxima autoridad del academicismo inglés y ejerció una duradera influencia, especialmente en el ámbito del retrato pictórico. (El subrayado es mío.)

19Se pueden ver obras en esa línea en el artículo sobre la abolición de la trata de esclavos de la nota 17.

Fig. 1 David Martin (1779) The Lady Elizabeth Murray

 

Fig. 2. Ficha técnica de la obra

Título The lady Elisabeth Murray
Año 1779
Autor David Martin
Técnica y materiales Óleo sobre lienzo
Medidas ———-
Lugar de procedencia En 2007 fue exhibida en Kenwood House, en el marco de una exhibición por el bicentenario de la abolición de la esclavitud en 1807.1
Localización actual Palacio de Scone, Perth, Escocia
Motivo de elaboración ———-
Fuentes de inspiración La vida cotidiana de las dos mujeres, tal como es descrita por diversas fuentes.

Fig. 4. Disposición, articulación de espacio y volúmenes, tensión, movimiento.

Fig. 5. Tocados de ambas.

 

Fig. 6. Frutas que lleva en la mano Dido Elisabeth Belle.

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La mujer barbuda (1631), de José Ribera: tentativa de aproximación a sus niveles de significación

La mujer barbuda (1631), de José Ribera: tentativa de aproximación a sus niveles de significación
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La mujer barbuda (1631), de José Ribera: tentativa de aproximación a sus niveles de significación

Nos situamos, en el Museo Nacional del Prado, ante un óleo sobre lienzo absolutamente imponente, de casi dos metros de altura, que…
Nos situamos, en el Museo Nacional del Prado, ante un óleo sobre lienzo absolutamente imponente, de casi dos metros…

Nos situamos, en el Museo Nacional del Prado, ante un óleo sobre lienzo absolutamente imponente, de casi dos metros de altura, que representa una figura en primer plano bañada por una brillante luz lateral, y otra en segundo plano. La primera, que parece contemplarnos con fijeza pensativa, es parcialmente alopécica, tiene barba y lleva en sus brazos a un bebé que reposa plácidamente mientras es amamantando, para lo que descubre un redondo y gran pecho. Sujeta con delicadeza el cuerpo del bebé, las manos apenas parecen sostenerlo, por la suavidad con que lo sujetan. Del brazo cuelga un paño blanco, que resalta por su luz y que parece aludir a lo asistencial de la relación. Del bebé vemos el perfil, y que acerca los labios a un pezón que no llega a chupar. El seno destaca por su centralidad y alta implantación en el pecho, que se adivina cubierto de vello, de forma que se sitúa muy contiguo a la barba, subrayando la aparente incompatibilidad de ambos.

La luz ilumina la mitad izquierda del conjunto que forman esta figura con el bebé en brazos y su ropaje, que le llega casi a los pies, mientras la otra mitad y la segunda figura quedan en penumbra, hasta el punto de que de la segunda solo se distinguen cabeza, cuello y manos. Además, la luz acentúa la verticalidad del conjunto, desde el tocado de la figura principal hasta el borde inferior de la vestimenta y hace que destaquen en contigüidad y contraste varios focos esféricos sucesivos: el primero es la cabeza alopécica, y, sucesivamente, la barba, el pecho, la cabeza del niño y el cuerpo del niño para terminar en la sombra semicircular que proyecta el cuerpo del bebé sobre las ropas.

El color es igualmente sobrio, sintético. Utiliza gamas de tonos cálidos: rojos, marrones y amarillos, y trabaja armonizando análogos, tanto en la piel de las figuras como en los elementos del atuendo. Incluso los objetos del cuadro se desenvuelven en las mismas gamas. Sobre el eje transversal del centro exacto de la composición, el tono que más contrasta con los restantes es la tela que envuelve al bebé, (RGB 174, 74, 40, HEX #AE4A28 en esta reproducción), que correspondería a un ocre tostado o rojo indio; es, también, el tono más saturado. De este modo, nuestra atención sigue una cruz imaginaria, en la que, en el palo, la luminosidad resalta la figura principal, mientras en el travesaño, el tono resalta la del bebé.

La peculiaridad que sorprende y que el pintor muestra con delicadeza y respeto extremos en todo el tratamiento es que la figura presenta mamas femeninas y distribución de vello androgénico masculina, porque no es usual que veamos ambas en la misma persona, debido, por una parte, a una prevalencia mucho menor de esa conjunción que el patrón habitual y por otra a que, cuando ocurre, tiende a ocultarse. Se tiende a ocultar lo infrecuente y escaso en cuanto a cantidad, y que en este sentido escapa de “la norma”, sencillamente porque resulta poco habitual o desusado.

Análisis iconográfico
Se trata de un retrato que se sitúa en el marco de la pintura europea del siglo 17 y cuya autoría es de uno de sus artistas más importantes: José de Ribera (1591-1652). Pertenece a la Fundación Casa Ducal de Medinaceli. creada por la Excma. Sra. Doña Victoria Eugenia Fernández de Córdoba y Fernández de Henestrosa, XVIII Duquesa de Medinacel. La retratada es la napolitana Magdalena Ventura, de la ciudad de Accumoli, llamada Abruzzi en lengua vernácula, a la edad de 52 años, y la obra Magdalena Ventura con il marito e il figlio (o Donna barbuta) (1631). El pintor crea esta incomparable obra de arte a instancias de Fernando Afán de Ribera y Téllez-Girón.

Las claves de significado explícito que el pintor quiere otorgar a la obra aparecen en la lápida de la derecha: referencias a la persona retratada, a sí mismo y a su benefactor. A través de los únicos objetos que aparecen como motivos, el huso y la concha, se representa el tema de la convergencia en la misma persona de caracteres secundarios de ambos sexos, lo que, en aquel momento, se interpreta como hermafroditismo. El tema mujer barbuda es de larga trayectoria en arte, pero no tenemos ni las herramientas ni el espacio para abordarlo aquí.

Respecto a claves no mencionadas o implícitas que podemos deducir o imaginar, tenemos la baja estatura del pintor, menos de un metro y medio, y redondez y suavidad de sus facciones juveniles o masa ósea poco robusta, hechos ambos que podrían denotar algún tipo de síndrome que llevara asociado algún tipo de rasgo que le hiciera particularmente sensible a esta temática; por supuesto, esto es una mera suposición, pero no más errática que mucho de lo que se ha dicho sobre este cuadro y sus circunstancias de composición.

En todo caso, consideramos esta obra, hecha precisamente en la etapa de madurez creativa del pintor, intensamente subjetiva; una obra en la que el motivo es una excusa para la proyección personal. Una silenciosa y hermosísima sublimación de todo aquello que el contexto, la época y los coetaneos no dejan emerger de forma explícita, pero que sigue latiendo. Algo que nos llega como un río intenso, a traves de esa profunda y significativa mirada más enigmática que la de la Gioconda y, contrariamente a esta última, totalmente carente de placidez. Una mirada que se sostiene en el tiempo en que la miramos cuando visitamos el cuadro en vivo, una mirada en la que se cruzan pasiones muy complejas, pasiones que el pintor pudo retratar y que nosotros apenas podemos ni siquiera nombrar.

Interpretación iconológica
El interés por la representación de seres humanos con características corporales infrecuentes y su asociación con actividades de exhibición, ocio o divertimento determinan la demanda del retrato. Lejos del lugar común que Theophile Gauthier alimentó olvidando el juego de lo sublime y lo grotesco, según el que existiría en Ribera un “gusto por lo feo”, la representación está impregnada de un gran respeto a la figura retratada, tan elevado como el de Velázquez cuando retrató a El bufón el primo (1645).

Nada tan revelador de una época como los significados que atribuye a las obras de arte. La historia de las vicisitudes en la recepción de esta obra es algo que debería ser objeto de estudio al abordar su análisis iconológico, desde la interpretación de Theophile Gautier hasta, en el momento actual, los calificativos que instituciones y profesionales de reputada fama atribuyen a la retratada, sin ningún pudor y sin pensar que Magdalena Ventura representa a todas esas mujeres cuyo hirsutismo es asumido e integrado en el amplio espacio que los estudios de género han abierto en el mundo de muchos de nosotros. No de todos, y esto es lo que encontramos en algunos sitios de Internet:

Deformidad: “En los siglos XVI y XVII las deformidades eran un entretenimiento”.
Ideas esencialistas sobre el género: “…
confirmando que efectivamente ese ser barbudo se trata de una mujer.”
Calificación de “curiosidad de la naturaleza”: “…curiosidades de la naturaleza, tales como enanos, bufones o, en este caso, una mujer barbuda”
Categorización como un caso (desde una perspectiva médica difícilmente sostenible en este contexto, después de Foucault): “cultura científica: el caso de la mujer barbuda”.
Y, sobre todo, lo que, sabiendo lo que sabemos hoy en biología y medicina, es lo más cruel, por mucho que lo diga la propia inscripción en el cuadro: monstruo. Porque decir monstruo, “lo que presenta desviaciones respecto a su especie” según la RAE, es decir de algo (y de todos los seres que ese “algo” representa) que no entra en ese espacio amplio y comprehensivo que es hoy el género, que es hoy lo queer.

Un “milagro de la naturaleza”, nos explican, es un “efecto perceptible a los sentidos que sobrepasa los poderes de la naturaleza y de todo ser creado”; pero el tiempo ha pasado, occidente sabe mucho sobre el cuerpo, aunque no podamos decir lo mismo de la humanidad: queda mucho por educar. Sabemos que Magdalena es, sencillamente, una persona con hirsutismo. Ribera habló con amor y respeto, y trató con la delicadeza del que comprende. Magdalena es, lisa y llanamente, una más entre nosotros, en un mundo que, como decíamos, queremos amplio y comprehensivo. Monstruosas son, hoy y entonces, la discriminación, la exclusión y la ignorancia.

Debat0el La mujer barbuda (1631), de José Ribera: tentativa de aproximación a sus niveles de significación

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